domingo, 16 de mayo de 2010

Despertar.

Desperté y vi que ya no estabas a mi lado. Tu perfume aún flotaba en el aire y podía sentir la suavidad de tu piel oculta entre las sábanas. Sabía que te habías marchado antes de que él se diera cuenta, pero no me importaba. A partir de ese momento las caricias y los besos ya eran míos y aquellos sueños que se mecían en mi mente se despertaron al fin. Nuestros deseos tantas veces acallados y encarcelados se habían desbocado en una noche desenfrenada. Ya no hubo secretos. Tu cuerpo y mi cuerpo se entregaron sin tapujos a una oleada de sentimientos y caricias, que por momentos parecían insaciables. Tu timidez se perdió en el momento en el que te subiste encima de mí y me hiciste el amor, llevándome a un paraíso de sensaciones y explosión de emociones. Y aunque ahora te has ido, sé que volveremos otra vez a desafiar al destino, porque el deseo de tenerte otra vez entre mis brazos no tiene barreras.

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